jueves, 5 de marzo de 2009

El Niño

Ella pensando ¿en "el niño" ?




Mi recuerdo me lleva ahora a la tarde que nunca he podido olvidar, cuando lo brutal de sus efectos me hicieron abandonar la niñez en una sola hora.
Tras la sobremesa, me metí a revolver entre los muchos libros que mi tío, el médico delpueblo, al que todos llamaban "San Pío"- ese era su nombre y esa su condición, más que humana, angélica- de puro bueno.
Allí había mucho donde elegir y cayó en mis manos un libro de prosa poética que tenía entre sus capítulos, uno cuyo personaje me conmovió hasta las lágrimas. Hablaba de un niño retrasado al que llamaban " el tonto" y del que se reía todo el pueblo. En cierta forma, allí vi reflejado un hermano muy querido : Manolín, que también nació retrasado y solo cumplía años porque lo decía el calendario.
Nunca dejó de ser un niño muy juguetón de tres años, aunque ahora había cumplido los trece.
Se había quedado en la isla y mis padres y tres hermanos más salimos de vacaciones a la Península.
Al leer aquel libro me entraron muchos remordimientos, pues cuando salíamos de casa para coger el barco, de noche, mi madre me había preguntado:
¿Te has despedido de Manolín?
Le contesté que sí, aunque no lo había hecho. Él estaba acostado y yo sabía que tampoco se iba a enterar estando despierto.
¿Qué llevó a mi madre a preguntar por esta despedida? Son enigmas que se nos quedan, junto con el resto del terrible recuerdo de lo que pasó aquella tarde ...Ella tampoco sabía que esa noche era la última que lo vería con vida.
Tampoco yo sabía que aquella pregunta me dejaría un eco el resto de mi vida que sigue sonando acusatoriamente en mi oído.
Mi madre había aceptado salir de viaje aquel año, cuando prefería hacerlo en invierno en otros viajes cortos, pero en verano era siempre un mes y ella no quería dejar solos a sus hijos ni al "niño" tanto tiempo. Esta vez la vida le jugó la peor de las pasadas. Iba a morir "su niño" no estando ella en casa.
Serían las cinco- las terribles cinco- de la tarde. Estábamos "a la fresca", como se decía por allá, a la puerta de la casa y comiendo unas rodajas de sandía, cuando un vecino despavorido llegó preguntando:
- ¿No está D. Ventura en casa? -así llamaban en la Península a mi padre.
_ No, han ido a Salamanca a una corrida de toros- respondió mi prima Charo que por ser ya estudiante de Medicina se quedó al cargo de los demás.
El portador de la noticia ardía en deseos de completarla y, sin mirar si aquellas niñas que estaban por allí eran las hijas de D. Ventura, soltó:
-Han llamado de Las Palmas. Se le ha muerto un hijo.
Casi sin respirar , apenas podía sentir el cuerpo. Una pregunta me llenaba ¿Había muerto un hermano mío? ¿Cuál? . Aquel hombre no sabía más y nos dejó .
La voz se me cerró y no volvió hasta la noche, ya en casa de otros tíos, cuando nos dejaron para dormir, solas a mi hermana Cristina y a mí.
Sólo entonces pude hablar, pues ella era más pequeña que yo y me necesitaba.
Las dos estábamos despidiéndonos de un hermano y no sabíamos de cual.
Hoy ya no quiero seguir. Otro día volveré a Manolín.

lunes, 2 de marzo de 2009

De sombras




Siempre la falta de tiempo. Cuando estoy sola- o a punto de dormir- pienso que debería escribir esto o lo otro. Me vienen las frases y los recuerdos sin invitarlos. El recuerdo se pasea por esos minutos solitarios, viene, va, se pierde o vuelve a reaparecer a capricho.
Dicen que los malos recuerdos hay que bloquearlos, no darles entrada, que se reafirman más en tu memoria y hacen más daño. Parece que debes bloquearlos y así se irán borrando. Lo que ocurre es que yo no quiero borrar nada, me resisto a ello porque es como si al hacerlo, me estuviera borrando a mí misma.
No, quiero ser yo, !que no me roben el yo! parece decir el subconsciente y por eso los dejo pasear a voluntad.
Al ver esta foto vuelvo mi niñez. Ibamos mucho de excursión los domingos con dos o tres familias más. Como sólo nosotros ya éramos ocho hermanos, no había aburrimiento.
Por el camino yo miraba el paisaje y aprovechaba para seguir callada ( Siempre así, me lo reservo casi todo y soy reservada, yo diría que por costumbre ancestral...).
El campo solía ser el punto de destino. La playa menos por algo que pasó y arrasó a mi madre.
Antes de que esta isla tuviera cuatrocientos mil habitantes, apenas llegábamos a cuarenta mil ( y de esos que dispusieran de coche...muchos menos ) por lo que ir de excursión garantizaba que íbamos a estar solos.
Allí jugaba a que éramos investigadores o naturistas, ( Livingstone, por supuesto) , ponía nombre a montes o colinas que habían sido descubiertas por nosotras.
Todo se convertía en un inmenso jardín sólo para nosotros. Eran días felices, antes de que muriera Manolín. Era mi hermano, el que me seguía en edad: sólo nos llevábamos un año.
Se ahogó en una piscina. Este es el más doloroso de esos recuerdos que no quiero borrar.
Otro día hablaré de Manolín y volverán a llenarse de lágrimas los ojos, como ahora.