lunes, 26 de octubre de 2009

Atenas, Dubrovnik y Venecia







No puedo decir que me impresionara Atenas, pero en absoluto diría que es una ciudad fea, como tantos dicen.

Sólo ir a los Propileos, subir la Acrópolis y dejarte invadir por la grandiosidad del arte y la vida que la rodea : inmensa la ciudad de Atenas desde la Acrópolis ( seis millones de habitantes de un total de once que tiene Grecia- si los datos de la guía son correctos-). Las vistas de los diversos templos entre las piedras y los restos de las sucesivas destrucciones, la hierba crece entre ellas recordandonos que la barbarie nunca pudo con la vida.
Desde lo alto, los templos antiguos y los nuevos, la ciudad trepando por todas las montañas que rodean la Acrópolis, infinidad de casas blancas y brillantes al sol que aún quema. Una brisa de otoño suaviza el calor y me olvido de que hay mucha, muchísima gente.
Sigo las explicaciones de esta señora mayor y tan cansada, pero tiene una fuerza en sus comentarios acerca de la historia de Grecia que trasmiten un amor enorme por su tierra. Es de Salonica e incluso arrastrando tanto cansancio, y con unas enormes ojeras, no se reserva. Me parece que estoy escuchando a una actriz ( Melina Mercuri o Anna Magnani ) por la convicción que despiden sus ojos, toda calor y sentimiento.

Dejamos Atenas y llegamos a Dubrovnik. Ya la entrada en barco es preciosa. Son muchas colinas intensamente verdes y salpicadas de casas te tejas rojas y con jardines.
La ciudad es una maravilla recién restaurada. Se "huele" ya Venecia en sus piedras y en su arquitectura. La piedra blanquísima trepa por escaleras muy empinadas que llevan a otros Museos e iglesias. Dejando las calles principales, Dubrovnik podría ser cualquier ciudad mediterránes: calles tan estrechas como en Sevilla o Córdoba - para que no pase el sol- llenas de ropa tendida y que trepan hacia lo alto siempre . Seguimos a una señora que ha ido a hacer la compra. Lleva un paso rápido, imposible seguirla por tantas escaleras.
Las casitas que se ven desde lo alto tienen un minúsculo patio con macetas. Atrás quedó la guerra y se hace muy difícil pensar que vivieron bombardeos y muertes.
La parte baja está enteramente rodeada por unas murallas y, con las consabidas puertas históricas de entrada.
Las vistas desde las murallas y desde el paseo por debajo de ellas, son preciosas. El mar, tan azul como esperaba en Grecia, es aquí aún más brillante por el contraste con las montañas verdes y la piedra blanca de la ciudad. Los barcos turísticos están constantemente rodeándola.
No montamos en ninguno. Preferimos perdernos por el mercado al aire libre. Me llama la atención que algo tan cotidiano como son estos puestos de verduras , frutas y chucherías, estén rodeados de tanto arte, fuentes, edificios...
Tomamos un café en una terraza abierta al puerto: unos pescadores están trabajando. ¿Es un trabajo la pesca? Creo que , en realidad, están disfrutando de esta mañana tranquila y soleada, no demasiado calurosa. Quizás teman ya la llegada del invierno.


Llegamos a Venezia. Más hermosa que nunca. El puente de Calatrava es muy, muy alto y no tiene accesos ni para carritos de la compra, ni para bebés ni para los muchos visitantes que llegan a la Estación de trenes y autobuses...Pero ese puente está ahí para comunicar esa parte de la ciudad ¿ No lo habrá pensado o , simplemente, no quiso estropear su obra? Absurdo ( y además no es hermosa ni epatante como suele ser su obra).

Entramos a San Marco, pero no abajo, sino a lo más alto : con los caballos y desde all la vista de toda la plaza, el Palacio Ducal, los canales...
A esa altura, la visión de la iglesia es impactante. Los mosaicos bizantinos nos quedan casi a la altura de nuestros ojos. Vemos y oimos a un coro de voces masculinas que resuenan por toda la Iglesia. Los vemos entre columnas y un pasillo delMuseo : están frente a nosotros en una de las salas del Museo. La sensación de belleza es completa.

Entramos al Hotel Florian ( decimos al portero- que se nos abalanza para no dejarnos pasar- , que somos periodistas : entrada expedita) Es un perfecto palacio veneciano y no se siente la humedad en estos salones. Tal vez, por la noche en las habitaciones sea molesto.

Tras la visita a la Fenice, Luis está eufórico. Este viaje fue mi regalo por su cumpleaños. Al fin ha recorrido esta parte del Mediterráneo y acaba en su querida Italia.

Por la tarde, la salida del enorme crucero por los canales es un espectáculo. Venecia anuestros pies y el sol que va despidiéndose dejando la estela dorada y fuego , quemando el mar. Sacamos miles de fotos porque donde pusieras la mirada era pura belleza. El frío y la humedad nos están calando, la gente se ha ido retirando a los camarotes. Estamos solos y seguimos despidiéndonos de La Salute, El Lido...