miércoles, 2 de abril de 2008

Baloncesto en el Madison Square Garden




Fue una experiencia impactante y yo me la quería perder. Gino y Dara habían sacado entradas por Internet y yo pensaba quedarme en el Hotel descansando...menos mal que cambié de idea y decidí sacrificar el descanso... Empezaba a las ocho de la tarde y cuando llegamos- ya con el tiempo justo- había una multitud entrando. Teníamos que validar la reserva y no hubo ningún problema, unas señales te iban dirigiendo hasta unos cajeros donde bastó pasar la tarjeta de crédito y al instante se imprimieron las entradas. Subimos y la segunda planta era, por decirlo así, la planta restaurante, había una serie de mostradores- muy comida americana : perros calientes, cerveza, hamburguesas...- y ya con nuestras bandejas pasamos dentro.
!Qué espectáculo!. Era un espacio gigantesco lleno de luz y música y de aficionados entusiasmados antes de empezar. En el centro, por encima de la pista, enormes pantallas conectadas a distintas cámaras donde se entrevistaba a jugadores o se hablaba de los Nicks, el equipo local de baloncesto que jugaba esa noche contra otros de Miami( ¿pueden ser los Heats, no lo recuerdo, vamos a llamarlos así ). La sensación era de estar en Times Square con tanto color e imágenes cambiantes. Por los pasillos, un montón de vendedores de palomitas, globos, bebidas...por cierto que te entregaban las botellas de plástico sin el tapón metálico, así no hay problemas de seguridad.El ambiente era de gran euforia, entusiasmo, caliente...
Empieza el espectáculo. Sale una cantante al centro y todo el mundo- nosotros también, claro- se ponen en pie. Era el himno americano que escucharon con un enorme respeto ( no vi manos al corazón como en las películas, pero puede que no viera A TODOS, en un espacio tan grande) .
Los Nicks comenzaron ganando y así siguió hasta el segundo tiempo.
Hugo me cogió desprevenida . Cada vez que el equipo contrario ( los Heat de Miami ) hacían una canasta, aplaudía a rabiar ( pensé : qué arriesgado, aquí lo van a matar ), pero en él no hay sorpresa , eran los desahuciados y tenía que apoyarlos, así lohace siempre. Mis frívolos comentarios de que habíamos venido a pasarlo bien y mejor aquí ser neoyorkinos, ni le inmutaron. Gracias a Dios, tres adolescentes que teníamos delante empezaron también a ir contracorriente ( quizás eran cubanos de origen y en Miami hay muchos...) el caso es que el equipo de los Heat me empezó a gustar por cómo peleaban cada punto y también yo me fui entusiasmando con ellos. Dara empezó a mirarme con una media sonrisa, hasta que me dijo claramente : Pero ¿tú a quien apoyas?, estás aplaudiendo a los dos a la vez. Así fue, ya sólo me importaban las buenas jugadas fueran de quien fuesen !Y lo pasé genial!.
Gino estaba contento, aquello era más de lo que esperaba cuando hizo la reserva y , además, la rajada de su madre no sólo había ido, sino que estaba disfrutando como una cosaca.
La sorpresa es que en los tiempos muertos que pedían los entrenadores, el espectáculo no paraba. Inmediatamente salían a entretenernos : una vez fueron unos niños que, con mucho sentido del ritmo, bailaban mientras tocaban tambores y platillos. Estos mismos niños, a lo largo del resto del partido, se iban situando entre el público, cambiando continuamente de sitio, para seguir animando desde allí con sus tambores, pero siempre haciendo música, no ruido.
También salió una autoridad acompañando a dos bomberos para que aplaudiéramos su heroísmo en un accidente con unas grúas de las que todos habían oido hablar menos yo, que no leí periódicos ni vi la televisión esos días.
Las Majorettes son toda una institución: ya a la entrada las vimos dejándose fotografiar con grupos familiares o de amigos. Además de bailar, en otros tiempos muertos salieron a disparar unos cañones de aire comprimido arrojando al público camisetas de los Nicks...un verdadero espectáculo en mitad del otro.
Poco a poco, el equipo visitante se fue igualando. La grada que miraba a la canasta de los Heat era un mar de larguísimos globos azules que los fans de los NIck agitaba ruidosamente cada vez que los Heat tenían que encestar con la perversa - y no oculta- intención de distraerlos y que fallasen. A la entrada estaban vendiendo un dedo gigantesco de espuma que se colocaba en la mano para agitarlo con el mismo fin. Sucedió lo más impactante: al finalizar el partido EMPATARON.
El público ya no estaba sentado, corrían por el pasillo o se situaban más abajo, en los asientos que iban quedando vacíos, pues muchos- debido a la hora- tenían que irse.
Eso es algo chocante. Era un martes y aquella gente tendría que trabajar al día siguiente, ir al Instituto...pero los newyorkinos tienen una energía especial. Allí había mucha gente que no se movió hasta el final ( todo duró más de dos horas, pues lo de los tiempos muertos llegó a ser tan frecuente como cada minuto y medio...y no estoy exagerando). Cuando por fin acabó ( y ganaron los Nicks o los podían asesinar ), salimos en perfecto orden, sin que nadie empujara ni se colara.
Estábamos pensando en coger un taxi, pero la cola era terrible. Nos resignamos a tener que esperar un metro - allí mismo, a menos de 20 metros -que no se colapsase con tanta gente.
Nada de eso pasó. Era un metro de muchos vagones y entramos todos sin agobios.
Fue una noche inolvidable que me quería perder y se la debemos a Gino cuando tuvo aquella idea tan estrambótica de ir a ver a los Nicks en su campo.

No hay comentarios: